CAPITULO V
El odio, es un sentimiento autodestructivo para el ser humano, es una emoción que lo desarmoniza en el instante en que lo genera, lo hace sentirse mal y lo lastima hasta el punto en que con frecuencia le causa daños físicos, como hipertensión arterial o ulceras. Algunos piensan que el rencor es parte esencial de la naturaleza humana, que la agresión destructiva es un impulso natural del hombre. Esto no es verdad; si lo fuera no lo dañaría, pues lo que es natural para el organismo humano no lo lastima ni lo perjudica.
Muchos son los que piensan que el ser agresivos les da seguridad y los protege; no se percatan de que fomentando la hostilidad lo único que consiguen es lastimarse a si mismos, hacerse mas vulnerables e invitar a los demás a comportarse con ellos de manera agresiva. Con frecuencia dicen que a tal o cual persona no podrán perdonarla, pues fueron muchas las ofensas que de ella recibieron, no se dan cuenta de que mientras conserven el rencor, se encuentran atados a esas ofensas y que cada vez que recuerden con resentimiento las heridas, lo único que logran es revivir los momentos dolorosos y causarse aun mas penas, encadena, lastima, aprisiona a aquel que lo conserva.
Si para ser feliz vas a esperar que los demás sean como tú quieres, siempre serás un desdichado, mas te vale ocuparte de ti mismo y deshacerte de aquello que tan desafortunado te hace sentir: tu odio, tu dependencia, y tu esperanza de que el mundo se acomode a tus deseos.
Si aprendes de tus caídas, no hay errores, sino enseñanzas, pues si aprovechas cada experiencia en tu vida, sea agradable o desagradable, cada una es valiosa y significativa. Solo es error aquella vivencia de la que no has aprendido, pero en el instante en que obtienes la enseñanza, deja de ser una equivocación, y se convierte en una experiencia llena de valores y riquezas.
Pero no puedes aprender de una vivencia mientras la repudias o rechazas; solo puedes aprovecharla cuando la aceptas de buena gana en forma constructiva. Todos aquellos eventos por los que te culpas y lamentas, no son sino valiosas enseñanzas en potencia, que aun te aguardan para enriquecerte y fortificarte. Así que si has de trascender tus “errores” deberás aprender de ellos, pero para hacerlo, antes tendrías que perdonarte. Pues si no lo haces, continuas clavado en las equivocaciones y sigues reviviendo en dolor lo que podría ser fuente de nueva vida.
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