Y así fue recorriendo cada parte de su cuerpo, reconociendo, aceptando, apreciando, agradeciendo, bendiciendo y amando la riqueza indescriptible de su organismo. ¡Nunca se había percatado de lo grandioso que era! Y en un momento….se dio cuenta de que en verdad, ¡era perfecto! ¡per-fec-to! ¡En realidad era una obra perfecta de Dios! ¡Estaba frente a la perfección de la creación divina!... ¡y la estaba amando…!
Así lo hizo cuando menos una vez durante cada uno de los siguientes 7 días, y cuando regreso a visitar al Maestro, el dijo:
Muy bien. Antes maldecías y maltratabas lo que ahora bendices y cuidas. Ese es el primer paso, pero lo importante es que perseveres y persistas; y si ya dejaste atrás algo que te dañaba, ahora es importante que no lo vuelvas a tomar, pues tendrías nuevamente que abandonarlo. Persistencia y persistencia, eso es lo fundamental en la conquista de la propia personalidad. No es magia, es amor que persevera, y al hacerlo, nutre, vivifica, transforma e ilumina lo que antes era carencia y oscuridad.
Ahora que has dado el primer paso hacia el amor a ti mismo puedes comenzar a amar a tu prójimo. Y digo “comenzar” porque hasta ahora no sabias lo que es el amor. El ser humano, carente y vacío, ha confundido el amor con dependencia, la sumisión, la simbiosis y la exigencia. Cuando le dice a alguien “te amo” con frecuencia no esta expresando mas que su esperanza de que ese alguien llene sus carencias y su vacío existencial. En cambio, quien ama de verdad se siente tan rico y satisfecho, que nada pide, pues el amor es su aliento, ya que el amor es la plenitud en si y por si mismo.
Por eso quien ama, no ama a un ser exclusivamente, quien ha descubierto el amor en su interior ama la Vida, ama al Ser, ama la Existencia, y por tanto ama al ser humano en general; se ama a si mismo y ama a cada uno de sus semejantes, pues en todos reconoce el valor infinito del Ser. No ve diferencias entre los hombres, ni juzga como bueno o como malo a nadie; ni dice “este es mayor o este es menor”. Para quien ha encontrado la Fuente del amor en su interior, todo es, y es perfecto. No compite ni crítica, sino que se siente igual de digno y valioso que todos los demás. Quien ama no pide que lo hagan feliz, pues ya es feliz, no exige que lo satisfagan, porque el amor lo mantiene satisfecho, no desea corregir a nadie, ya que a todos respeta, no se angustia dado que confía, no es posesivo, pues sabe que amar es dar por el gusto de dar, y no espera retribución ni recompensa alguna. El que conoce el amor ama a todos por igual, ¡sin distinción ni excepción! ¡A todos!
No malentiendas mis palabras: el hecho de que quien conoce el amor ama a todos por igual no significa que sea afín con las ideas o las conductas o los valores de todos sus semejantes, ni que comparta sus metas. ¡No! No quiere decir que pueda sentirse identificado con los sentimientos de cada uno de los seres humanos. Lo que significa es que, transcendiendo las ideas, las conductas, los valores, las metas y los sentimientos de su prójimo, lo ve tal como es en realidad: observa su esencia y la ama, pues reconoce que detrás de todo lo efímero se encuentra lo Perenne, que mas allá de lo cambiante esta lo Eterno, que por encima de las apariencias se halla la Verdad.
El que ama, ama a todos porque en cada uno de sus semejantes encuentra lo que ya ha descubierto en si mismo: al Único, al Ser, la Verdad, la Vida. Por eso solo puedes amar en realidad en la medida en que has hallado la Fuente del Amor en tu interior. Y en esa medida te sientes pleno y satisfecho y no pides ni exiges ni limitas sino que te regocijas. Por eso se dijo anteriormente que el amor no acaba nunca: porque es un manantial continuo, y no tiene fin puesto que no tuvo principio. El amor es. ¡Punto!.
Desde luego, el verdadero amor tiene múltiples formas de expresión, dependiendo el tipo de relación que exista entre los seres. Puede manifestarse a través del erotismo, del cuidado paternal, del compañerismo amistoso, de la enseñanza de un maestro… puede expresarse en un abrazo, en una sonrisa, en una palabra comprensiva. Las formas en que el amor se muestra cambian; pero el amor no acaba nunca. Si el ser humano piensa que el amor acaba, es debido a que confunde pasión, dependencia e ilusión, con el verdadero amor, y si no conoce el amor es que muy lejos se encuentra de la Esencia que le da vida cada instante.
En una palabra, si dices que amas, pero sufres, no amas en verdad, dependes; si dices que amas, pero a una sola persona, no amas en verdad, posees; si dices que amaste y que el amor se termino, en realidad no amaste, estabas tan solo ilusionado.
Si el amor no es libre, no es amor, porque el camino hacia la verdadera libertad es el amor, y a la inversa, el sendero hacia el autentico amor es la libertad. Cuando amas genuinamente eres libre, y cuando eres libre amas en realidad. Pero como el hombre no ha conocido el verdadero amor, ha tenido que institucionalizarlo, y puesto que no ha encontrado genuino amor, que no acaba nunca, se relaciona de manera dependiente con su pareja, y teme ser abandonado, por eso muchas veces exige firmas y testigos de su unión, no porque en realidad desee contraer matrimonio en la manera tradicional, sino para no ser decepcionado. Mas aun, se siente tan inseguro del amor que dice profesar, que supone que Aquel que es el Amor lo condenaría si decidiese vivir con su pareja sin la bendición tradicional.
Una gran preocupación del ser humano con respecto a la pareja radica en la fidelidad. Cree que su compañero o compañera es su propiedad exclusiva, su posesión y que tiene derechos reservados sobre el cuerpo, los sentimientos y aun los pensamientos de su pareja. Esto no es más que una muestra de su falta de amor y la confianza para consigo mismo y por tanto para con el otro. ¡Nadie es posesión de nadie! ¡No es amor, sino egoísmo el pretender ser el dueño del otro! Tu pareja es la persona con quien libremente y por amor has decidido compartir algunas de las experiencias mas importantes de tu vida pero no es “tuya”, no es tu propiedad, no es “tu” esposa”, “no es tu marido” no es de ti y no puedes quitarle su libertad.
Los que son pareja son compañeros libres, no propiedad el uno del otro, y si se amaran de verdad, respetarían por completo los sentimientos, los pensamientos y las acciones de su compañero, si amaran en realidad, se sentirían tan plenos y dichosos por el simple hecho de amar, que su felicidad no dependería de lo que el otro hiciera. Porque el amor no comparte, no posee, ofrece, no domina, se disfruta, no se sufre.
Si el ser humano amara, se seria fiel a si mismo y con eso se sentiría satisfecho, y entonces no tendría porque andar pidiendo que otros le fueran fieles, pues la verdadera fidelidad es aquella que el ser se profesa a si mismo, no a otros. Y nadie puede ser veraz con otro si no lo es para consigo.
No me malentiendas. No quiero decir que estoy a favor de la promiscuidad o el libertinaje. Solo es libertino aquel que no se siente libre para actuar de acuerdo a su voluntad. La causa de la promiscuidad es que el hombre no se es fiel a si mismo, porque no sabe ni siquiera lo que desea. Y si no conoce su voluntad, entonces se siente desorientado y vacío, y trata de llenar su carencia de maneras que solo a el dañan y lastiman. Si el ser humano teme que su pareja tenga contactos íntimos con otras personas, es porque el mismo no sabe lo que desea y su elección de pareja no esta basado en la voluntad y en el amor. Si en verdad amara, escogería a su pareja con conciencia plena de lo que desea y se sentiría tan satisfecho, que no tendría necesidad de andar tratando de llenar su vacío con otras personas, ni tendría temor de que su compañero lo hiciera, porque el amor le bastaría.
No es coartando la libertad como se establece una relación de pareja, sino amando, y quien ama no teme, quien no teme, no necesita defenderse, quien no necesita defenderse se siente pleno. ¡El amor es libre!
Llegara un día en que el hombre conozca el verdadero amor, y entonces todos estos conceptos que ahora tienen sobre la sexualidad y la pareja le parecerán tan absurdos y anticuados como hoy le parece el antiguo cinturón de castidad.
JL